sábado, 26 de octubre de 2013

15-IX-1993. Las fiestas y alegrías que de Terán se iban con la muerte de los abuelos. "Tarde o temprano se van a ir..."

La noche del día que sepultaron a la abuela, en General Terán, dormimos en el patio de la vieja casa que habitaron durante la última etapa de su vida ella y el abuelo. 
Dormimos de cara al cielo velados por las estrellas. Al principio teníamos algo de temor por estar en un sitio tan frecuentemente visitado por la muerte durante los últimos tiempos (en un lapso aproximado de seis meses murió el abuelo y luego la abuela) pero pronto nos quedamos profundamente dormidos.
Poco después de la medianoche nos despertamos en el entre sueño dos o tres veces, percibiendo algo que nos pareció extraño. En el ambiente se respiraba tal cantidad de fiesta como nunca antes habíamos visto o siquiera imaginado; aquí, allá, en la lejanía, se escuchaba la algarabía de fuentes musicales sonando en diversos volúmenes e idiomas, un rumor de indefinida gran celebración flotaba con regular intensidad, desbordado a intervalos por una que otra voz aislada o alaridos. Imaginamos que a esa hora de la madrugada todo el pueblo de Terán salía de sus casas y arribaba de las rancherías, entonando cada familia o grupo de amigos, sus canciones preferidas: bailando, gritando, conversando alegremente. 
En lo que pareció el final de la celebración alguien gritó fuerte cerca de la casa, era un grito alegre y desafiante: ladino. La inmediatez de tal demostración de vida casi nos motivó a levantarnos y salir a la calle: comulgar con la celebración que parecía vencer hasta la oscuridad y las luces del cielo. Pero no, nos mantuvimos inmóviles, luego, poco después del grito todo calló repentinamente. Intentamos escuchar aquella algarabía carnavalesca, especialmente el grito cercano. Sin embargo, al pueblo lo invadió el silencio. Parecía todo muerto, dormido.
Nunca sabremos si era la fiesta que abandonaba a General Terán, con los muertos que dieron en nosotros, vida al pueblo; si así fue, el grito final era el alarido de un muerto que se sorprendía de ver llegar a los casi vivos, a los recién difuntos.
Nunca sabremos si aquella fiesta era la imaginación y deseo acumulado de haber presenciado las famosas fiestas del 15 de septiembre en General Terán, Nuevo León; fiestas que cuando a nosotros nos tocaron fue con muerto tendido, de luto.

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