sábado, 2 de noviembre de 2013

Mal del indio recargado. Historia del Libro de los muertos norteños (arriba del trópico de cáncer).

Desde pequeños conocemos casos de emplazados. Personas condenadas a muerte por un mal puesto de brujería o una maldición. Casi siempre se trataba de emplazamientos temporales. En algunas ocasiones los muertos en vida sabían que les quedaban días, meses, semanas o años, otras veces sólo tenían una idea vaga de la fecha final; existían, incluso, quienes podían averiguar la fecha exacta del desenlace fatal pero preferían no hacerlo. En cualquiera de los casos la fecha marcada era inevitable, significaba una muerte segura.
Por eso no deja de sorprendernos el caso de un emplazamiento mágico religioso pero no temporal sino geográfico; historia que escuchamos hace seis o siete años en boca de una sacerdotisa norteña de la Santa Muerte que entrevistamos en ciudad Anáhuac. Un hermano de está mujer fue embrujado y condenado a no salir del municipio. No sabe si por error o cansado del exilio inverso pero, un día, su familiar se dirigió rumbo a un pueblo vecino. Apenas cruzó la guarda raya entre Ciudad Anáhuac y Lampazos el automóvil se volcó y sus acompañantes quedaron levemente heridos, el emplazado fue el único que murió.



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